Por fin podemos visitar a nuestra madre en la capilla de San Nicolás de Tolentino en la
iglesia de San Andrés de Zamora.
El 19 de septiembre de 1846 la Virgen se apareció a dos niños, Maximino
y Melania, que estaban cuidando el ganado en los montes de La Salette, en los
Alpes franceses. Según el relato
posterior de los niños la Virgen surgió como un rayo de luz, llorando, sentada
sobre una piedra. La mujer era de gran estatura y vestía como las mujeres de
aquella región: falda larga, un gran delantal a la cintura y pañuelo cruzado. En su cabeza tenía una diadema que
brillaba como rayos de luz. Sobre sus
hombros tenía una gran cadena y llevaba en su pecho un crucifijo con un
martillo a un lado y unas tenazas al otro, signos de la Pasión de Cristo.
El mensaje que la Virgen dio a los niños fue de
reconciliación ante la pobreza espiritual y material y las injusticias de la
sociedad de aquellos tiempos. "La Saleta es un mensaje de esperanza,
puesto que nuestra esperanza se apoya en la intercesión de la Madre de los
hombres".
La devoción a la Virgen de la Saleta llegará pronto a España y se
extenderá por diversas provincias. A Zamora llega en 1868 de la mano del
entonces obispo de la diócesis Bernardo Conde y Corral. Dos años más tarde la asociación
le encarga al escultor Ramón Álvarez Prieto un grupo de la Saleta en imágenes
para vestir, que estuvo expuesto al culto en la iglesia de la Concepción, hoy
Biblioteca Pública, hasta que esta empezó a derrumbarse. De la iglesia fue
trasladado al convento de Santa Clara de forma provisional hasta encontrarle
otro lugar de culto, pero ha tardado más de cuarenta años en poderse volver a
visitar.
El mensaje que la Virgen dio a los pastores sigue siendo hoy plena actualidad.
Ahora está allí, esperándonos, con los brazos abiertos como una madre
espera a sus hijos para cuidarnos, amarnos y ayudarnos en todo lo que
necesitemos, solo tenemos que acercarnos a ella.
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